Ponte cómoda.

Ponte cómoda. 

Disfruta de este momento. Intenta imaginar tú. El olor, el aire, el caminar, el sonido de cuando lo haces. Lo que convierte algo inexistente en una ilusión, que de repente un día es un sueño y se acerca a la realidad. Por lo menos en las noches en las que te despiertas recordando.

Solo aquellas en las que el café y las bebidas con cafeína han dejado de acompañarte. 

Algún día. 

Un psicoanálisis arquitectónico. 

Cuéntame las relaciones inconscientes, hasta conseguir que se hagan conscientes. De eso se trata. 

Sigue. Sigue así que lo estas haciendo bien.

Enviando señales con cada palabra, y haciendo que cada vez se sueñe menos y se toque más. No se ve. No por el momento. 

Yo me quedo con el instante del café, como decidiste coger esa taza y mirar por encima de ella. Sin dejar de pensar. Porque si algo he aprendido es que nunca dejas de hacerlo. Pero ahora tienes que intentarlo.

Déjate llevar, deja que la espuma te convierta en alguien que no eres. Deja que tu sentido más cotidiano nos dirija este camino. Largo, pero efectivo. 

No empieces de cero. Empieza por contarme la cena hasta llegar al desayuno. Las soluciones y los detalles son diferentes si vemos el tiempo en el que han sido creados. Demasiado dulce. Demasiado amargo. Pero déjame influenciarme de ti. 

De repente viento. Aire fresco. Quizás el no color de tus uñas manche la pared. De algo que de nuevo no vemos, pero sentimos. 

Hay ciertas reglas que no podemos saltarnos. Mejor acompañada, de objetos que no fijan su mirada en ti, ni se ríen cuando te quemas la lengua. Pero así nunca llegarás tarde, cuando el aire frío pase a ti no te quitará el mejor sorbo del día. Ese que no te cuentan en los mejores libros de arquitectura del mundo. Ese que solo tú conoces, y que a mí, me vas a contar. 

Intentemos psicoanalizarte de nuevo. La nave con la que sueñas ya no está en el jardín. 

Quizás sea solo empezar diseñando el momento del café. Soñar con él, dejar que la espuma se convierta en gomaespuma, llena de mediocridad hasta ahora, con la intención de convertirse en algo en el proceso, no en algo brillante, por el momento solo evitar lo que le caracteriza.

Respira. Relaja. Saborea los recuerdos y momentos que te hacen estar ahí. Justo ahí. Tu cuchara, la taza y el tono de tu voz cuando me des los buenos días es suficiente para comenzar.

Si algo se acerca a la felicidad es el momento en el que preparas el café. Si el día elegido para la visita es domingo, entonces prepara un buen cuenco rebosante de palomitas, que el teatro cotidiano no ha hecho más que empezar.

-  Hice contigo lo que no sabía hacer.
+ No lo que sabías que podías.
-  De repente esto se ha convertido en el sueño de cualquier psicoanalista.
+ Quizás el psicoanalista es el que deba ser psicoanalizado.
-  Quizás.




I.B

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